Después de aquel encuentro sexual en el aula, Hermione Granger, con su uniforme de colegiala ajustado y su cabello castaño cayendo seductoramente sobre sus hombros, se dirigió a las habitaciones del colegio. Sabía que era el lugar perfecto para satisfacer sus deseos más ocultos.
Entra en la habitación de Gryffindor,
donde se encuentra una cama amplia y acogedora. Hermione se tumba en ella,
deslizando su mano por debajo de su falda de colegiala. Con movimientos suaves
y sensuales, acaricia suavemente sus labios inferiores, sintiendo cómo su
humedad empapa su ropa interior.
Con cada roce, Hermione siente cómo el
placer se intensifica. Sus gemidos llenan la habitación mientras sus dedos se
sumergen en su intimidad, explorando cada rincón de su ser. Se imagina a uno de
sus compañeros de clase mirándola mientras se masturba, lo que solo aumenta su
excitación.
Decidida a llevar su placer al límite,
Hermione se acerca a su varita mágica. Con un movimiento experto, la desliza
entre sus muslos y la enciende, sintiendo cómo las vibraciones la envuelven por
completo. Gime en éxtasis mientras la varita mágica la estimula intensamente,
llevándola al borde del orgasmo una y otra vez.
Satisfecha con su travesura en la
habitación de Gryffindor, Hermione decide explorar otras habitaciones del
colegio. Se dirige a la Sala de los Menesteres, un lugar mágico y lleno de
secretos. Una vez dentro, cierra la puerta con llave y se acerca a uno de los
espejos. Su reflejo la excita aún más, y no puede resistirse a la tentación de
tocarse.
Mientras se mira en el espejo, Hermione
se desabrocha el uniforme de colegiala, dejando al descubierto sus pechos
firmes y redondos. Los acaricia con delicadeza, pellizcando sus pezones erectos
entre sus dedos. El placer se propaga por todo su cuerpo, y sus gemidos se
mezclan con la imagen seductora que se refleja en el cristal.
Sin poder contenerse, Hermione se sienta
en el suelo, abriendo las piernas de par en par. Sus dedos se deslizan entre
sus muslos, encontrando su clítoris hinchado y sensible. Comienza a frotarlo
con movimientos rápidos y precisos, mientras su respiración se acelera y sus
gemidos se vuelven más intensos.
El orgasmo la envuelve como una ola de placer, haciéndola temblar y convulsionar en el suelo. Hermione se entrega por completo a la satisfacción de sus deseos más oscuros, sabiendo que está dejando su marca en cada rincón del colegio.
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